Un aspecto importante
que la historiografía tradicional no se cansa de
señalar es el “fervor independentista”, como una
condición casi natural de
todos los pobladores de la
Nueva Ganada y principalmente los habitantes de
esta región: la provincia de
Tunja, hoy Boyacá, y de Casanare, donde los hombres
marchaban entusiastas y felices a engrosar las filas del
Ejército Patriota, historias
que son adornadas y enaltecidas, pero con poco rigor
histórico, nada más que alegorías y relatos patrioteros.
El Sociólogo Douglas
Hernández, en un artículo
publicado para las Fuerzas Militares de Colombia,
señaló: “En la guerra de
independencia de Colombia (1810-1824) nuestra
infantería usó armas de
avancarga, en las que el
proyectil y la pólvora estaban separados y el infante
debía introducir hábilmente los elementos en el cañón de su arma, para luego
hacer fuego por medio de
un sistema que usaba sílex
o pedernal para producir
una chispa que encendiera
la pólvora, y consecuentemente produjera el disparo.
Estos fusiles teóricamente
podían llegar a los 200 metros de alcance máximo,
pero la realidad era que a
más de 60 metros se perdía
precisión, debido principalmente al ánima lisa del
cañón, a lo heterogéneo de
los lotes de pólvora y a las
ligeras variaciones en las
cantidades de esta, usadas
en cada disparo. Los soldados libertadores usaron
principalmente ‘mosquetes’ de Francia, EE. UU. e
Inglaterra
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