sábado, 24 de agosto de 2019


Un aspecto importante que la historiografía tradicional no se cansa de señalar es el “fervor independentista”, como una condición casi natural de todos los pobladores de la Nueva Ganada y principalmente los habitantes de esta región: la provincia de Tunja, hoy Boyacá, y de Casanare, donde los hombres marchaban entusiastas y felices a engrosar las filas del Ejército Patriota, historias que son adornadas y enaltecidas, pero con poco rigor histórico, nada más que alegorías y relatos patrioteros. El Sociólogo Douglas Hernández, en un artículo publicado para las Fuerzas Militares de Colombia, señaló: “En la guerra de independencia de Colombia (1810-1824) nuestra infantería usó armas de avancarga, en las que el proyectil y la pólvora estaban separados y el infante debía introducir hábilmente los elementos en el cañón de su arma, para luego hacer fuego por medio de un sistema que usaba sílex o pedernal para producir una chispa que encendiera la pólvora, y consecuentemente produjera el disparo. Estos fusiles teóricamente podían llegar a los 200 metros de alcance máximo, pero la realidad era que a más de 60 metros se perdía precisión, debido principalmente al ánima lisa del cañón, a lo heterogéneo de los lotes de pólvora y a las ligeras variaciones en las cantidades de esta, usadas en cada disparo. Los soldados libertadores usaron principalmente ‘mosquetes’ de Francia, EE. UU. e Inglaterra

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